Como todo producto con riesgo de escasez, el agua comienza a aparecer como una oportunidad de inversión para los sectores financiero y productivo. En saneamiento, el segundo sector más grande que utiliza el insumo, o en fondos financieros, el agua en Brasil aún no ha alcanzado un precio justo, según especialistas, pero gradualmente el mercado brasileño sigue la tendencia internacional de entender que el bien es cada vez más escaso. Las señales más emblemáticas provienen de los embalses de la central hidroeléctrica, que se encuentran en niveles críticos, pero otros sectores productivos, que compiten por el agua con la generación de energía, como la agricultura y el saneamiento básico, comienzan a verse afectados.
El hecho de que Brasil tiene el 12% de toda el agua dulce del planeta explica el mito de que este bien en el país es infinito, que ha sido derrocado hace mucho tiempo por la ciencia y se hace cada vez más evidente en las crisis hídricas recurrentes. Primero en 2001, luego en 2014, y este año, el país enfrenta un problema que amenaza no solo el suministro de energía, sino toda una cadena económica, principalmente la agroindustria, responsable de casi el 70% de toda el agua consumida en el país.
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