Como una forma de facilitar la deforestación de grandes áreas, agricultores están vertiendo grandes cantidades de pesticidas en áreas forestales de la Amazonía. El objetivo es abrir espacios para el pastoreo de ganado y los monocultivos de soja, además del comercio de madera.
Conforme una encuesta realizada por Repórter Brasil y Agência Pública, en los últimos 10 años, al menos 30.000 hectáreas fueron envenenadas sin ningún tipo de autorización de organismos oficiales.
Según IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables), el herbicida Alaclor, clasificado como moderadamente tóxico por Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria), y el insecticida Carbosulfan, clasificado como altamente tóxico, se encuentran entre las sustancias utilizadas en la destrucción de bosques. Debido a los riesgos para la salud que presentan, está prohibido rociar áreas con estos productos.
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