Según el INPE, la deforestación en la Amazonía brasileña aumentó un 9,5% de enero a noviembre de 2020 (11.088 km²), en comparación con el mismo período de 2019.
La destrucción fue particularmente intensa en los bosques públicos, especialmente los clasificados como aún sin destinación, que cubren un área de 50 millones de hectáreas. Además de la temporada alta de incendios en la región en 2020, el Pantanal también se vio gravemente afectado.
Este aumento y la repetición, en 2020, de los episodios de grandes incendios que marcaron 2019, en medio a la pandemia de Covid-19, han atraído los ojos del mundo hacia la región amazónica.
La imagen ya desgastada de Brasil se ha deteriorado cada vez más ante la sociedad civil, en el país y en el exterior, y a los gobiernos de otras naciones, especialmente en el continente europeo. Como resultado, acuerdos comerciales con países desarrollados en los que Brasil está incluido (ya negociados o en negociación) están siendo cuestionados por nuestros aliados.
Manifestaciones de inversionistas y compradores extranjeros, preocupados por el avance de la deforestación en la Amazonía y, más ampliamente, por la política ambiental del gobierno, sugieren una reacción que puede perjudicar las relaciones comerciales en las que el país está involucrado, además de resultar en la evasión de inversiones y en boicots a los productos agroindustriales brasileños – algo que podría ser potencialmente desastroso para la economía nacional, ya afectada por la pandemia.
Este escenario de desconfianza en relación a la capacidad de Brasil, sin embargo, no parece ser algo pasajero. Si no se revierte el ritmo actual de degradación socioambiental, especialmente en la Amazonia, esta percepción promete perdurar. Hay dos razones para eso.
La primera es el entendimiento mundial de que la destrucción del bosque tropical más grande del planeta trae serias implicaciones no solo para Brasil. Podemos mencionar, por ejemplo, las amenazas a la producción nacional de alimentos que abastece a varios otros países. Este es, por lo tanto, un tema que preocupa a la comunidad mundial.
La segunda es que la agenda ambiental y climática ha subido significativamente en el ranking de las prioridades de las políticas públicas, especialmente en los países desarrollados, y se convertirá cada vez más en un componente ineludible de las políticas sectoriales y horizontales.
Este es un fenómeno que se hace especialmente claro en el caso de las políticas comerciales, en las que acuerdos preferenciales de comercio han asociado de manera creciente objetivos económico-comerciales, por un lado, y socioambientales, por otro.
La existencia de capítulos sobre comercio y desarrollo sostenible (o sobre comercio, medio ambiente y trabajo) en los recientes acuerdos comerciales firmados por la Unión Europea, la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), Estados Unidos y Canadá es la mejor expresión de esta tendencia y refleja la necesidad de internalizar el tema socioambiental en las discusiones de comercio internacional.
No es por casualidad que la deforestación en la Amazonía y, más ampliamente, la política ambiental del gobierno brasileño, sean los puntos críticos a la hora de discutir la posibilidad de ratificación y entrada en vigor del acuerdo comercial entre el MERCOSUR y la Unión Europea.
Esta nueva dinámica requiere que la sociedad civil, en Brasil y en otros países, se involucre en iniciativas que busquen contribuir para que el comercio internacional no solo tenga en cuenta las condicionantes ambientales y climáticas, sino que funcione como un instrumento para promover el desarrollo sostenible.
El OCAA – Observatorio de Comercio y Medio Ambiente en la Amazonía – pretende participar activamente en este proceso y poner a la Amazonía en el centro del debate sobre las relaciones entre las agendas de comercio y medio ambiente.
Nuestro objetivo es discutir propuestas de políticas e instrumentos que avancen hacia la convergencia entre objetivos de protección socioambiental y el necesario incremento en la producción y comercialización de bienes y servicios generados en la región amazónica.
La Amazonía es un activo económico y ambiental único en el mundo. La urgencia por preservar la mayor reserva de carbono biológico del mundo y la discusión de alternativas sostenibles para la producción y comercialización de los bienes económicos en ella generados, justifican la existencia de una plataforma que, además de brindar material técnico de calidad, pueda fomentar el debate basado en la ciencia y la participación de varios actores de la sociedad.